Boletín Misionero

No es sencillo tener una misión. Las obligaciones son más fáciles: se imponen desde fuera, y no cabe discusión. Pero la misión… Lo que arranca desde dentro no tiene excusas, ni justificaciones. Ni horarios de trabajo, vacaciones. Por eso el misionero y la misionera son tan incómodos e inesperados. Porque no regatean sindicalmente, no se mueven por convenio, sino que actúan desde dentro; de persona a persona. Y no pretenden -simplemente- que firmes o te convenzas. Pretenden cambiar el mundo.

En su momento, el filósofo Jarl Popper se mostró muy optimista con este mundo en constante cambio: vivimos en el mejor de los mundos posibles -escribió-, sólo a la espera de otro aún mejor. Sí: pese al constante ruido telediario, pese a la tensa marea de pesimismo que nos inunda, el pensador era capaz de percibir que la vida se abre paso. Que a acada tiempo viejo se lo llevan los vientos del cambio. Y que el mejor de los mundos posibles, a la espera de otro aún mejor, no depende de casualidades ni de suerte, sino de la suma de las misiones individuales.

Por eso resulta lógico que este boletín se invente a sí mismo continuamente. Que se adapte, se amolde, se preste a su mayor utilidad.

Si nos parásemos a pensar a cuantas personas puede llegar un boletín en formato digital, el vértigo de pensarlo sólo se vería superado por la simplificación del proceso.

El boletín se adapta, se agiliza, y con ello consigue no tener fronteras ni límites.

Octubre Misionero

Va a arrancar unas semanas después de celebrarse el día del cooperante, y previéndose en la Unión Europea la consideración de un año de la mujer. Y uno sólo puede recordar a quien dedicó su vida, su obra y el espíritu de la congregación que fundó, precisamente a la cooperación con los necesitados y el desarrollo de la mujer.

Efectivamente, Santa Vicenta María fue una adelantada; en su tiempo, y en los modos en que percibió como debíamos esperar ese mundo aún mejor.

La preocupación por lo que ahora se llama cooperación y el papel del a mujer, estuvo siempre en el corazón de quien se adelantaba a los modos vocacionales, misioneros, de mejorar el mundo día a día.
16 años después de su lanzamiento, y mientras se daba vueltas a ese Boletín que ahora se reinventa, recordaba aquel llavero de hace un par de años: veinticinco años ya de la RMI en Filipinas. El dibujo era un pie, cuyos dedos muestran caras sonrientes; un pie que habla de andadura, no de pisoteo; la andadura de mujeres con vocación asociada a una misión.

El Boletín se adapta, se agiliza, y con ello consigue no tener fronteras ni límites.

Las conozco desde siempre, en muchos rincones de Europa. Las vi desplegar sus vidas en África, y me impresiona cada vez que veo el mapa de sus casas repartidas por todo el mundo.

Por eso creo que es cierto, que vivimos en el mejor de los mundos, y que en las manos de las misioneras está moldear ese otro mundo aún mejor.

En este octubre de misiones, con este boletín sin fronteras, desde el recuerdo de esa andadura que ha dado la vuelta al mundo, es más verdad que nunca lo que dijo aquella mujer adelantada a su tiempo.

Emilio González Ferrín

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