Hagamos un poco de Historia…

Con este mismo título la revista “MI COLEGIO” publicaba en septiembre de 1955 un artículo dedicado a las Misiones con el fin de dar a conocer a las “colegialas” la vida del Colegio en “tierras de Misión”.

También da comienzo la vida de esta página misionera y desde esta sección deseamos colaborar para que las personas que tengan acceso a ésta conozcan los comienzos de nuestras misiones y las antiguas refresquen la memoria, para ello haremos un poco de historia….

Nos remontaremos al 4 de septiembre de 1912. Siete religiosas de María Inmaculada embarcaban rumbo a Argentina, fueron las primeras a las que les cupo el privilegio de llevar a América la semilla de la Congregación fundada por Santa Vicenta María.

Desde hacia tiempo atrás existía el deseo de ensanchar la esfera de acción de la Congregación fuera de España y particularmente se puso la mirada en la República Argentina motivado este deseo por el alto índice de personas que emigraban a la capital de Buenos Aires en busca de mejores condiciones de vida. Multitud de jóvenes de nuestros colegios marchaban con el fin de aumentar sus bajos salarios.

GALERIA DE FOTOS

Fotos de la Iglesia de Buenos Aires, interior y exterior.

Conociendo las hermanas la situación de desamparo y desprotección de estas chicas expuestas a muchos peligros decidieron trasladarse a estas tierras. Providencialmente el jesuita Juan Planella toma contacto con las hermanas a través de una carta dirigida a la Madre General en la que alienta las esperanzas de realizar la tan querida fundación. No tardaron en venir nuevas cartas que solicitaban encarecidamente la instalación de un colegio en Buenos Aires.

Hacemos referencia a otra publicación congregacional, los “ANALES DE MI COLEGIO” y en el número 1 con fecha 30 de julio de 1919 se abre la publicación con una carta del Rey Alfonso XIII elogiando la obra y agradeciendo el desinterés y la eficaz colaboración de la Congregación con su Secretaría particular.ç

En este primer número se menciona como en Mar del Plata (elegante ciudad argentina veraniega) nuestras colegialas “se distinguían entre todas las demás por su modestia, compostura y la reverencia con la que se acercaban a recibir la Sagrada Comunión”. Testimonios como este dan cuenta de los frutos de santificación de esta fundación. Se describe en este mismo artículo el fervor con que “han hecho las chicas los Ejercicios Espirituales” a pesar de la huelga que en ese momento se estaba viviendo en el país y las largas distancias, las jóvenes acudían con puntualidad a la escucha de la Palabra de Dios.

El Espíritu que movió a los Profetas, a los Apóstoles, a nuestras primeras hermanas y a los grandes Misioneros, no se ha extinguido. Sigue presente entre nosotros. Ese Espíritu sólo necesita personas dóciles, disponibles y dispuestas a dejarse mover por Él.

Terminemos estas líneas con un bonito relato que nos ayude a interiorizar estas actitudes:
Un hombre tenía un sembrado de flores estupendas; cada día salían de su cultivo centenares de paquetes a vender a la ciudad con las flores más bellas y fragantes que nadie pudiera conocer.

Este señor año por año ganaba el premio a las flores más grandes y de mejor calidad y como era de esperarse era la admiración de todos en la región; un día se acercó un periodista de un canal de televisión a preguntarle el secreto de su éxito, a lo que el hombre contesto:
Mi éxito se lo debo a que de cada cultivo saco las mejores semillas y las comparto con mis vecinos, para que ellos también las siembren.

¿Cómo?- respondió el periodista- pero eso es una locura, acaso no teme que sus vecinos se hagan famosos como usted y le quiten su importancia?

El hombre dijo: – Yo lo hago porque al tener ellos buenos sembrados el viento me va a devolver a mi cultivo buenas semillas y la cosecha va a ser mayor; si no lo hiciera así ellos sembrarían semillas de mala calidad que el viento traería a mi cultivo y cruzaría las semillas, haciendo que mis flores sean de mala calidad.

Es necesario compartir nuestras mejores semillas de cualidades y virtudes para así obtener una cosecha excelente, construyendo la Comunidad-familia en la cotidianeidad de la siembra.

Mª Pilar Melgar Raya RMI

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